Un deporte popular que trascendió fronteras
Cuando el balón de fútbol choca contra la red no es gol, sino un mal remate como en el voleibol: híbrido de ambos deportes, el ecuavóley es tan popular en Ecuador como el balompié y sello distintivo de quienes emigraron a España y Estados Unidos.
Hoy, por cada cancha de fútbol es posible encontrar una o dos de ecuavóley, aún cuando su práctica no sea reconocida como una disciplina oficial, y apenas se le dé tratamiento de actividad recreativa.
El ecuavóley tomó prestado del fútbol el balón, y del voleibol las reglas y la red. Pero a diferencia del voley, cada equipo no está conformado por seis sino por tres jugadores. El triunfo se lo lleva el trío que se adjudique dos de tres sets de 15 puntos cada uno. No hay entretiempo. Un juego puede extenderse por horas.
“Pueden atrasarse al trabajo, pero aquí están desde las cuatro de la tarde”.
Las apuestas hierven antes de cada encuentro. El juez del partido pasa por entre el público recaudando el dinero. El vencedor se llevará esta vez 120 dólares.
“Los valores pueden ir de 20 dólares a unos 3.000 o 5.000 dólares. Hay gente que vive de eso, de las apuestas”.
Hacia finales de los años 1990, unos dos millones de ecuatorianos se vieron forzados a dejar su país por una severa crisis económica. En Italia, España o Estados Unidos muchos de estos emigrantes encontraron en el ecuavóley una conexión tan fuerte con su tierra como la comida o la música.
Si bien no es un deporte vetado para las mujeres, en Yaruquí los únicos que lo practican son hombres. Muchas “mujeres migraron a España”.
Justamente, en ese país los inmigrantes ecuatorianos lograron que el ecuavóley obtuviera el reconocimiento de las autoridades.
“En España hay la Asociación Ecuatoriana de Ecuavóley y legalmente reconocida por el gobierno español y es sorprendente que aquí, donde nace el ecuavóley, no hayamos podido”.
Incluso este deporte, recuerda, sirvió de tregua en medio de un viejo conflicto territorial entre Ecuador y Perú. Entonces, soldados ecuatorianos enseñaron a sus pares peruanos a jugar ecuavóley en la frontera, alternándolo con el fútbol.
El voleibol criollo es junto al balompié la mayor pasión de obreros, jubilados y transportistas, principalmente taxistas, a quienes puede verse manoteando balones de fútbol sobre las elevadas redes en tardes soleadas al sorbo de cerveza.
Cuando “logremos masificar el ecuavóley como actividad, de pronto va a haber la misma afluencia de un partido de fútbol a uno de ecuavóley”
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